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                   Una minería que siembra para cultivar un futuro próspero

Nancy Pérez, Directora ENAMI

   

La minería ha sido, por más de un siglo, el corazón productivo de Chile. El cobre, el litio y otros minerales críticos no sólo son la principal fuente de divisas para el país: hoy se han transformado en piezas clave de la transición energética global. Chile, el país que venció la pobreza, que se abrió al mundo y que apostó por la modernización, pide ahora un nuevo relato que encienda la esperanza de un futuro próspero. La política aún no logra articularlo, pero la minería nos ofrece nuevamente la posibilidad de avanzar hacia el desarrollo. 

La minería del siglo pasado fue “el sueldo de Chile”, una narrativa que nos llenó de orgullo pero que con el tiempo se asoció al sacrificio de personas y territorios. Hoy, la minería vuelve a estar en el centro de nuestro futuro, pero bajo otra lógica: queremos una minería consciente, responsable, capaz de generar prosperidad cuidando los vínculos sociales y el medioambiente. Una minería que aproveche la revolución tecnológica, el talento humano y la mirada sistémica para no sólo extraer minerales, sino también regenerar confianzas, crear valor compartido e impulsar otras industrias a partir de sus propios procesos de descarbonización. 

Innovar en minería ya no es solo producir con más eficiencia. Es transformar la cadena completa de valor, repensar procesos y conectar la actividad con los territorios. Significa tomar decisiones hoy que cultiven el bienestar de las próximas generaciones, sembrando sostenibilidad, cohesión social y nuevas oportunidades de desarrollo. 

Hace poco, un gerente de innovación de una gran minera me comentó: “vengo de vuelta y sé que tenemos que colaborar y compartir información; estamos repitiendo los mismos pilotos en distintas empresas y tengo claro que cada uno por sí solo no logrará las metas”. Esa reflexión coincide con lo planteado por Ed Merrow en The Successful Management of New Technology Projects: en los últimos 25 años, la minería perdió capacidad de incorporar innovaciones por su mirada de corto plazo. Las oportunidades tecnológicas son enormes, pero requieren infraestructura física y, sobre todo, infraestructura relacional: roadmaps claros, agendas compartidas y colaboración efectiva. Sin estos instrumentos que alinean prioridades y esfuerzos en I+D+i, el potencial quedará atrapado en pilotos aislados. 

La reciente muerte de seis trabajadores en El Teniente nos conmovió profundamente. Nos recuerda que la naturaleza no se domina, se respeta. Nos llama a la humildad, a entender que el crecimiento sin equilibrio conduce al error. La minería no solo entrega riqueza material: hoy nos interpela a conectarnos más entre nosotros, con los territorios y con los límites que la vida misma nos impone. Nos invita a establecer propósitos comunes de transformación, a desplegar nuestro potencial humano de manera colaborativa y a construir una minería que cuide tanto la seguridad como el futuro. 

En el mes de la minería, saludo con gratitud a quienes trabajan día a día en las operaciones y reconozco a quienes, con visión y convicción, impulsan las transformaciones que el país necesita. Porque si en el siglo XX el cobre fue “el sueldo de Chile”, en el siglo XXI la minería tiene que ser la semilla de nuestro desarrollo sostenible. Una minería que siembra innovación, cohesión y prosperidad será la que nos permita cosechar, juntos, el futuro que Chile merece.

 

 

 

 
 
   
 
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