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Lo que no se había contado del avión ofrecido por Qatar a Trump El episodio del avión que quieren regalar a Trump ha vuelto a poner en el centro del debate la delgada línea entre diplomacia y favoritismo, por no hablar directamente de corrupción, especialmente cuando están en juego la imagen de la presidencia y la seguridad presidencial, por no hablar de la transparencia institucional. La historia del jet qatarí revela tanto la urgencia de Trump por dejar una marca personal como las complejidades legales y éticas que pueden acompañar los regalos internacionales, por muy atractivos que parezcan a primera vista. ¿Hay alguien que se crea que no hay o habrá contrapartidas para los donantes? ¿Cuánto cuesta mantener una nave así al gobierno Federal, por mucho que sea un regalo? La posible adquisición de un Boeing 747-8 (con extras y lujos nunca vistos antes) por parte de Donald Trump, como solución temporal a los retrasos en la construcción del nuevo Air Force One, ha generado una intensa polémica en Estados Unidos. El avión, ofrecido como un regalo por el gobierno de Qatar, ha despertado preocupaciones éticas, diplomáticas y operativas, y podría representar uno de los regalos extranjeros más costosos jamás entregados al gobierno estadounidense. En 2018, el gobierno de Estados Unidos firmó un contrato con Boeing por valor de 3.900 millones de dólares para la fabricación de dos nuevos aviones presidenciales. Sin embargo, problemas técnicos, demoras y sobrecostes han aplazado la entrega de las aeronaves hasta al menos 2027. Ante este panorama, Trump, determinado a estrenar un nuevo avión durante este segundo mandato, explora otras vías más rápidas. La alternativa apareció en forma de un Boeing 747-8 perteneciente a la familia real de Qatar, una aeronave con interiores de lujo, ya retirada del mercado comercial y valorada entre 150 y 180 millones de dólares. El jet, originalmente diseñado como una aeronave de negocios para el emir, contaba con acabados de cuero fino, maderas nobles, baños de diseño y hasta capacidad para convertirse en unidad médica aérea. Tras varios intentos fallidos de venta, el avión permanecía disponible. Steven Witkoff, amigo cercano de Trump desde sus días en el sector inmobiliario neoyorquino y con vínculos directos con las autoridades qataríes, desempeñó un papel clave en las negociaciones. Fue él quien contactó con el gobierno de Doha para consultar la disponibilidad del avión, iniciando así una serie de conversaciones que derivaron, sorprendentemente, en una propuesta de donación.
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